sábado, 14 de septiembre de 2013

LAS PLANTAS Y EL LOGRO DE LA FELICIDAD por Roger Brown

La felicidad la alcanzan quienes se dan cuenta de que ella radica en el mismo esfuerzo de perseguirla.
Los Cactus y otras Suculentas son una pasión que yo experimento con una fuerza que los incrédulos pueden considerar obsesiva y exagerada; por su parte, los escépticos frecuentemente hacen comentarios que requieren que yo defienda mi amor por las plantas.

Cuidar nuestras plantas requiere un pesado trabajo y un consumo de tiempo que a menudo tenemos que justificar ante nosotros mismos y ante los demás.

Quizás esta columna le ayudara a usted a poner en claro sus propios pensamientos. Después de todo, cada uno vive en su propia cabeza.

Todos nacemos a una vida vacía sin un significado intrínseco, excepto el que nosotros le demos. Del significado que pongamos en nuestra vida dependerá mucho lo que consigamos de ella.

Plantas, pensamientos, mascotas, buenos libros y la naturaleza son elementos que dan color y significado a nuestras vidas. Ellos llenan el espacio vacio.

Frecuentemente cavilo sobre el origen del interés que me afirma a mi afición. Las plantas pueden ser supremamente hermosas a veces, y sus formas son siempre una exquisita mezcla de arte y naturaleza. Pero lo que siento es demasiado fuerte para haber sido originado simplemente por plantas, sol, suelo, y agua. Yo sospecho que es mi necesidad de crear una pizca de paraíso en un mundo imperfecto. Para los afortunados, el paraíso es, después de todo, un estado mental, y no necesariamente una gratificación esperada al final de una vida bien vivida.

Cultivar plantas es un gran trabajo; no hace la vida fácil pero seguramente la hace más completa; aunque a veces me pregunto por qué permito que mis nudillos se vuelvan blancos, mientras llevo a lugar seguro una planta durante una fría tormenta. El cuidado de las plantas conlleva un genuino interés en los pequeños detalles, y esto facilita el disfrutar del regalo de encontrar otras cosas para admirar en la vida diaria.

La felicidad espontáneamente aparece cuando usted ha elevado este regalo al nivel de arte. Walt Whitman, escribe que, si usted se toma el tiempo de notar el mundo alrededor suyo, usted puede descubrir que lo ordinario es extraordinario.

El significado cierto de la palabra "paraíso" es escurridizo, y mis investigaciones hallaron que es una palabra derivada de "pairidaeza", que significaba originalmente "jardín tapiado".

Paz mental paradisiaca existe en mi jardín tapiado, esta aquí para mí en el presente, y sus puertas pueden abrirse en cualquier momento a mi antojo. En mi invernadero puedo vaciar mi mente y descargar mi alma. Es un humilde patio trasero del Edén donde puedo caminar entre la belleza y demorar la marcha de mi vida. Yo llamo "meditación ambulante" a mi deambular, mientras observo mis plantas una por una y detalle por detalle, encontrando cosas que me placen. Este es un viaje que no tiene destino, pero es el viaje el que cuenta. Entre tanto esplendor, se desvanecen a lo lejos los cuidados de la vida, y mi mente vacía de otras cosas puede oír los cuchicheos ocultos que me describen la belleza de mis plantas. Se puede bailar mucho para admirar cuando se experimenta una paz paradisiaca en la mente!!! Con muy poco trabajo usted puede usar este escape hacia su propia libertad interior y disfrutar el regalo, llegando posiblemente hasta descuidar al resto de la humanidad.

Aquí usted encontrara la paz... la paz mas allá de las palabras para unos pocos momentos eternos.

La vida es vacía a menos que uno reúna las verdades y las cosas de interés sobre ella y lo haga según su propio yo. La gente frecuentemente me cuenta que evita cuidar plantas y animales a causa de su corta vida y que no podría resistir su perdida. La muerte viene a todos los seres vivientes cuando llega la plenitud de la edad, y todos debemos sufrir pérdidas muchas veces durante nuestras vidas para ser capaces de aceptar graciosamente nuestro propio destino. Es mejor experimentar la intensa pena de perder una cosa viva que amamos, antes que permitirnos secar nuestra capacidad de amar.

Debo admitir que quiero convertir a todos mis amigos a la religión del cultivo de plantas, así ellos también pueden experimentar la magia del toque más exquisito de la naturaleza.

Para eso, trato de abrir mis puertas para compartir mis plantas, gajos y semillas a todo aquel suficientemente interesado como para valorar estos finos regalos.

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