viernes, 30 de agosto de 2013

Lo inesperado

La angustia era parte de mi vida a diario, me sentía tan atada a ella que quería salir pero ya se había convertido en un círculo vicioso. Dios, como odio los círculos viciosos. No se muy bien como fue el paso anterior a este, el paso en que decidí que no me importaría nada. No tengo miedo a gritar cuando estoy enojada o entusiasmada por algo. No necesito pensar veinte veces las cosas antes de hacerlas porque utilizo la razón de manera eficaz. No se que sucedió, no se que cambió en mi DNI que me hizo un poco mas despreocupada. Ahora siento que puedo volar sin necesidad de alas. Estoy posicionada en un lugar único que siempre soñé tener. No le tengo tanto miedo al fracaso y tengo más ganas de equivocarme. Se que los pequeños detalles son lo que cuentan y siento que últimamente estoy en todo. Estoy en mil cosas a la vez. ¿Qué es? Tal vez las ganas de vivir.
Yo no estaba bien, necesitaba entender que la vida continúa después de un golpe bajo. Me encuentro en la siguiente fase, vivir esa vida que es mía y de nadie más. Así que ¿Qué importa el que dirán? ¿Qué saben ellos? Sólo yo se mi verdad. No necesito la aprobación de nadie para sentirme bien bajo mi propia piel, es la realidad que tanto nos cuesta ver y aceptar. Porque las palabras de otro siempre van a doler pero las palabras de esas personas no comprenden el dolor que no sufren. Al fin y al cabo es así, las personas no sienten el dolor que no sufren. Hay personas que están tan atadas a ellos mismos que no se preocupan en nadie más. Pues a mi me sucedía lo contrario, estaba tan atada a la vida de otros que no vivía la mía. Pero ya me encargué de eso, se que estoy yo y luego está el resto. 
No necesito mucho, soy como un cachorro que sólo necesita un hogar, comida y cariño. Ahora veo las cosas con mayor claridad, la luz está entrando en mi ventana y el reflejo del sol no me está dejando ciega.

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